Taller de nada III

No hay que olvidar que todos creamos, no sólo los que hacen literatura o arte o ciencia, todos creamos y entre todos creamos cosas, muchas veces no nos gustan las cosas creadas, pero en fin, vivimos dentro de nuestra propia creación.

Eso significa, simple y llano, que podemos cambiar nuestra vida a lo que se nos cante el reverendo o la reverenda, eso.

La creación es el arte de la vida, por eso si algo no nos gusta lo podemos cambiar, de eso se trata aprender, más que estudiar millones de libros ciencias y artes, que no está nada de más, pero si no aprendimos a crear la vida en la cuál nos sentimos en paz equilibrados felices entonces nos faltan varios pasos del camino.

El secreto, no creer que las cosas son imposibles.

Todo es posible.

¿Pero como?

¿Cómo cómo cómo?

¿Cómo?
¿Cómo?
¿Cómo?

¡Cóoooooooooooooooooooomo!

No sabemos cómo.
No sabemos los pasos minúsculos que cada uno tendrá que dar.
El té de yuyos no funciona, la píldora azul se disuelve, al manual del mecánico se le perdió una hoja, las coordenadas en el GPS están borrosas, la computadora se cuelga.
¡Oh Diós! ¡Me quedé sin crédito en el celular!

No importa cómo.

La vida se despliega, se desenrolla, se abre la concha marina, un nácar ondulado que nos hace subir y bajar, vuelta y vuelta, uno de chori con papas fritas, soy vegetariano, ¿no les dije?
¿No?

Se despliega, se sale como de las profundidades, emergen cordilleras del magma, colisionan los planetas sin tocarse, se funden las olas en el océano de la conciencia.
Y de repente…
Se nos tapa el inodoro y nos inunda de mierda el departamento.
Y viene el plomero y lo mirás a los ojos y es el hombre de tu vida o la mujer o no, pero te arregla el baño y te sentás en el inodoro con la tapa baja y suspiras, sin saber algo que ya sabías, pero que ahora te viene a la mente.

Das un paso hacia eso.

El despliegue de tu creación.