El caballete (27/10/2007)
Un día en lo de mi primo descubrí un caballete. Resulta que era el caballete de mi abuela. Resulta que mi abuela pintaba. Claro que pintaba si había una habitación toda llena de sus cuadros, y llena de caballetes y más cuadros de naturalezas muertas con una manzana y una mantel con pliegues sobre una mesa y una mujer desnuda pero que a mi no me parecía una mujer desnuda, me parecía la pintura de una mujer desnuda. Y lo que hacía yo mientras tomaba la leche, siempre mi abuela me hacía la leche con unos sanguches con cinco fetas de jamón, lo que yo hacía era imaginármela parada en una habitación con sus dolores de rodilla y sus tobillos hinchados, parada frente a la pintura y que pasaba un señor con el delantal abierto y un poco manchado, no muy manchado, con boina y barbita tipo Lenin, y el señor le indicaba cosas que nunca podía escuchar, el señor le decía: bsbsbsbsbsbs sb bsbs bsbsbsb sb sbsb bsbsbsb.
Entonces otro día mi primo me dijo si quería llevarme el caballete, y yo pensaba donde iba a poner un caballete tan grande en mi gran departamento de dos por dos ya demasiado era la cantidad de pinturas y cosas de pintura que teníamos. Pero en realidad era algo que ya teníamos premeditado y pensado, necesitábamos el caballete porque LaPaKa quería pintar una tela más grande y no había forma de ponerla en ningún lado que no fuera en un caballete, entonces no nos preocupábamos por el tamaño sino más bien por la utilidad, y la verdad es que era útil y necesario. Cuando mi primo me dijo si lo quería ya sabía exactamente que hacer: llevármelo a casa. Después pintamos en el parque muchas veces pero nunca habíamos llevado el caballete, y yo pensaba que claro es un poco aparatoso pesado grande pero que un día se iba a dar esto de sacar el caballete a la calle. Y se dio.
La verdad es que yo tenía miedo de sacarlo solito, necesitaba que ella me dijera: ¿llevamos el caballete? Siiiiiiiiii, sí, sí y fue toda una emoción

Esta vez le tocó a ella, por que lo que estaba pintando le gusta mucho a los chicos, y a los grandes también, claro, pero sobretodo a los chicos. Primero vino una nena de cuatro años y el diálogo fue mortal. ¿Y por qué lo pintaste así? ¿Y por qué pones esto acá? Tenía mucha seguridad en lo que decía y en lo que quería. ¿Y que vas a hacer cuando la termines? Me la voy a llevar y la voy a colgar en casa, contestó LaPaKa. ¿Y por qué?, yo haría una exposición acá en la plaza colgaría un cuadro de cada árbol. Ah, no, pero eso no se puede... ¡Pero qué buena idea!, nunca se me hubiera ocurrido ni pensarlo. Se fue la nena y vino un nene que se quedó parado un rato mirando “El valle de Teodora”

¡Pero que arrrrrrrrte que hacés!, dijo, y después vino a mirar el mío. ¡Pero que arrrrrrrrrte que hacen ustedes! Mirá, mirá me lastimé la rodilla porque vine corriendo a ver lo que estaban haciendo. Era cierto se había lastimado la rodilla. ¡Mamá, mamá mirá que arte que hacen, que arrrrrrrrte!

Y con eso fue suficiente para todo el fin de semana, pero la verdad es que me quedé pensando en eso de colgar una pintura de cada árbol... que buena idea, tendría que enmarcar todas las cosas que tengo enrolladas y ...
Entonces otro día mi primo me dijo si quería llevarme el caballete, y yo pensaba donde iba a poner un caballete tan grande en mi gran departamento de dos por dos ya demasiado era la cantidad de pinturas y cosas de pintura que teníamos. Pero en realidad era algo que ya teníamos premeditado y pensado, necesitábamos el caballete porque LaPaKa quería pintar una tela más grande y no había forma de ponerla en ningún lado que no fuera en un caballete, entonces no nos preocupábamos por el tamaño sino más bien por la utilidad, y la verdad es que era útil y necesario. Cuando mi primo me dijo si lo quería ya sabía exactamente que hacer: llevármelo a casa. Después pintamos en el parque muchas veces pero nunca habíamos llevado el caballete, y yo pensaba que claro es un poco aparatoso pesado grande pero que un día se iba a dar esto de sacar el caballete a la calle. Y se dio.
La verdad es que yo tenía miedo de sacarlo solito, necesitaba que ella me dijera: ¿llevamos el caballete? Siiiiiiiiii, sí, sí y fue toda una emoción

Esta vez le tocó a ella, por que lo que estaba pintando le gusta mucho a los chicos, y a los grandes también, claro, pero sobretodo a los chicos. Primero vino una nena de cuatro años y el diálogo fue mortal. ¿Y por qué lo pintaste así? ¿Y por qué pones esto acá? Tenía mucha seguridad en lo que decía y en lo que quería. ¿Y que vas a hacer cuando la termines? Me la voy a llevar y la voy a colgar en casa, contestó LaPaKa. ¿Y por qué?, yo haría una exposición acá en la plaza colgaría un cuadro de cada árbol. Ah, no, pero eso no se puede... ¡Pero qué buena idea!, nunca se me hubiera ocurrido ni pensarlo. Se fue la nena y vino un nene que se quedó parado un rato mirando “El valle de Teodora”

¡Pero que arrrrrrrrte que hacés!, dijo, y después vino a mirar el mío. ¡Pero que arrrrrrrrrte que hacen ustedes! Mirá, mirá me lastimé la rodilla porque vine corriendo a ver lo que estaban haciendo. Era cierto se había lastimado la rodilla. ¡Mamá, mamá mirá que arte que hacen, que arrrrrrrrte!

Y con eso fue suficiente para todo el fin de semana, pero la verdad es que me quedé pensando en eso de colgar una pintura de cada árbol... que buena idea, tendría que enmarcar todas las cosas que tengo enrolladas y ...