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Rayos que salen de acá (22/09/207)

Me olvidé de contar algo del sábado anterior: cuando estaba dibujando se acerco un chico de unos seis años y se paro atrás mío, a un costado. Yo estaba tratando de sacar algo de unos dibujos que había hecho hace un tiempo y que quería volcar en el papel negro:



Entonces los miré un rato y dibujé, pero no me gustaba como quedaba y borraba, volvía a empezar, no me gustaba, en ese momento llegó el chico y se quedó mirando como yo dibujaba y borraba, no conforme con esto llamó a la hermana menor, y se pusieron a mirar los dos juntos, pero enseguida llegó el padre, entonces el chico se animó a preguntarme: ¿Qué dibujás? Claro, no le podía decir lo que tenía en mente: todavía no sé lo que va a salir de esto, hoy no estoy inspirado, le dije. ¿Vos dibujas?, le pregunté. Sí, me contestó, pero enseguida intervino el padre, él se la pasa dibujando todo el tiempo, te quiero pedir perdón porque no lo pude parar quería venir a ver y quería venir a ver, vamos dejalo al señor que no hace esto para vender lo hace para él. Pero si yo dibujo también, le contesto el chico. Pero el señor dibuja mucho mejor que vos, vamos, vamos. Yo levanté la cabeza con intención de decir que quizás no dibujara mejor que el niño pero el padre ya se los había llevado de la mano.

Después de todo eso pude hacer el un boceto que me gustaba y fue lo que seguí al siguiente sábado. Hizo mucho calor y todo el mundo estaba en el parque, me senté en un árbol cerca del arenero, y saque los pinceles. Había mucho viento, así que con una mano tenía que tener el tablero de madera, con la otra el pincel, y poner el frasco de agua encima de la bandeja con los acrílicos para que no se me volaran los colores. Estaba, bastante incomodo. Aparecieron dos nenas: ¿Qué estas pintando?
Ehhhhh, son como rayos que salen de acá:



Ahh, bueno, y se quedaron paradas ahí. No, Yo te voy a decir lo que estás pintando, es un sombrero, dijo al rato. Y ahí ya había tomado confianza y se acerco y señaló con el dedo, ves, es un sombrero, acá, ¿ves? ¡Pero claro!, es un sombrero, no me había dado cuenta. Entonces se quedaron paradas un rato más y después se fueron.
Al rato volvieron más, eran como diez, un grupo de diez nenas se paró en silencio atrás mío a mirar. ¿Y qué pintás? ¿Qué pintás? ¿Y qué pintás? preguntaron tres nenas diferentes una atrás de la otra. Es como una ciudad que arriba tiene un sombrero y que le salen rayos. Parece que la explicación las dejó bastante contentas porque enseguida se fueron.
Al rato volvieron dos, que supongo que eran las primeras que habían venido. Y una me empezó a contar: Sabés que había una casa que se estaba quemando y adentro había un gatito, pero mi abuela llamó a los bomberos y lo salvaron. ¿Y vos como sabés?, le pregunté. Porque yo estaba ahí. ¿En la casa? Sí, pero afuera de la casa y vinieron los bomberos porque había fuego. ¡Qué suerte que vinieron! Bueno, sí, chau, nos vamos a las hamacas.

Seguramente los rayos habían caído en esa casa y es por eso que se estaba quemando, y el gatito, aunque parecía una simple víctima, era él, que llamaba a los rayos, seguramente...
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